TeTokaVoZ /Red Feminista de Maldonado
“Hay herencias , se sepan o no, hay saberes que se transmiten, intuiciones que se preservan y que tienen que ver con el esfuerzo de no olvidar la materialidad de las experiencias;de no sustituir lo que sucede o está pendiente en ese plano por retóricas abstracta o grandes programas” (M° Pía López, Apuntes para la militancia, p51)
El 8 de marzo histórico de aquellas mujeres que se llamaron a huelga enfrentando a sus opresores, se conecta y se transforma en un 8M de todas y todes les que seguimos apostando a la vida digna. Una memoria de lucha se entrelaza con realidades diversas y específicas, en cada rincón que nos encuentra, y va creando la historia común, que seguirá transformándose.
Como expresan las compañeras latinoamericanas en Constelación feminista 8M “lo arcaico re emerge como actualidad» «(…) la presencia masiva de nosotras/es hablando con voz propia” esa voz propia es la que ha fomentado un despliegue feminista en diversos ámbitos, pero sobre todo, ha fortalecido las formas populares de organización desde abajo, de desobediencia y de creación constante. Esta fuerza construida con voces, cabezas y manos propias, no cayó del cielo, se creó y se recrea en cada encuentro, cada intercambio, cada cántico, cada proclama colectiva, cada pintada, cada pisada en la plaza del centro, del barrio o en el asfalto caliente, en cada grito y abrazo colectivo. Esta fuerza es la que forja nuestra memoria, una forma de hacer política, que se sabe dinámica, procesual, no exenta de conflictos, pero que vive y resiste, que renuncia a las agendas desde arriba y a las imposiciones lejanas y burócratas. Esta fuerza que pone sobre la mesa el imperativo colectivo de que ya no hay vuelta atrás!
Hace unos años comenzamos a habitar la calle de Maldonado, cuando decimos la calle decimos el espacio público, las plaza del centro, la torre del vigía, muro en Av. San Pablo, la explanada municipal como punto de partida de las marchas. Desde la necesidad de romper con la indiferencia y de expresar nuestro dolor con los femicidios, construimos un “ir haciendo” común y público que nos transforma en sujetas/es políticas en lucha. Un dolor que nos dice que nuestras vidas valen, que no estamos dispuestas/es a seguir naturalizando la violencia patriarcal, que volvimos para quedarnos, retomar lo que nos han dejado nuestras hermanas históricas, creer y crear otras formas de vida.
Maldonado, departamento donde la violencia machista alcanza cifras alarmantes, donde la precarización convive con los grandes capitales, en el que y la trata y la explotación sexual como consecuencia de la actividad turística no parecen merecer políticas departamentales específicas, donde la explotación recae sobre los cuerpos feminizados de formas inimaginables. En este territorio geopolítico complejo y hostil, comenzamos a tejer organización.
Para muchos habitar lo público no implica un reto, lo tenemos claro. Sin embargo, para nosotras, ha implicado un largo proceso de construcción de acuerdos colectivos, aprender prácticas de autocuidado, enfrentamientos con la policía, con los placeros, con la ciudadanía patriarcal. En este proceso de construcción nunca, claro, dejamos de sostener nuestras/es diversas formas de reproducir la vida, de trabajar, de cuidar, de estudiar, de criar. Nos trataron de burguesas, de posmodernas, de intransigentes, de funcionales a la derecha, a pesar de ello seguimos insistiendo, armamos nuestra huelga, apoyándonos en otras compas de todas partes, tramando nuestros pasos, defendiendo lo construido, forjando alianzas necesarias.
El marzo pasado cuando gritábamos a viva voz “paramos el mundo”, fue cuando más tuvimos que sostener, cuando más tuvimos que seguir. Lo hicimos sin pensarlo, porque nuestras vidas están primero y porque sabemos que donde pega más fuerte la precarización y el desamparo es en las que maternan sin salario, sin vivienda, sin escuela en el barrio, sin comida, en aquellas/es que sufren más de cerca los recortes estatales y la ausencia de acompañamiento y herramientas para seguir. Porque sabemos que las crisis profundizan las violencias y hacen recaer enteramente la crianza y el maternaje exclusivamente sobre los cuerpos feminizados y algunas existencias se vuelven desechables. También porque vivimos en carne propia la precarización laboral en la que nos deja el multiempleo, los recortes, la inflación, el desempleo de familia, amigues y seres querides.
A pocos días de la euforia en la que nos había dejado otro 8M histórico, vino el caos, el cansancio, la incertidumbre, el aumento de la represión, los femicidios que no cesaron. Vino también la necesidad de crear, de desobedecer al aislamiento, de estar afuera pero también adentro, de darnos lugar para el llanto y para el disfrute, para pensarnos, para mimarnos cuando todo parecía estallar, de visualizar lo potente de lo común, a pesar de las diferencias y de volver a recargar las fuerzas para seguir.
Hoy nos encontramos de cara a un nuevo 8 de marzo, en un contexto difícil. Nos quieren sumisas, calladas y aisladas en nuestras casas, muchas de esas casas son el espacio físico en que suceden los abusos y feminicidios a manos de nuestras parejas, ex parejas o personas cercanas, o de hombres armados con revólveres de reglamento, y un estado que no llega a tiempo cuando lo necesitamos, que desoye nuestras denuncias, que no está dispuesto en gastar recursos para cuidarnos de verdad, un estado que nos considera un daño colateral. Mientras, dicen que nos cuidan aumentando la fuerza policial y represiva, atentan directamente contra nuestros cuerpos y nuestras vidas.
La huelga del 8 M la hicimos internacional porque resuena en todas partes, en nuestra vida cotidiana, esa huelga que viene de abajo, esa que nos convoca por nosotras/es mismas/es, esa que amplía, que escucha, que incomoda cuando abre, que concluye pero sigue transformándose porque no queremos la miseria de siempre, porque somos merecedoras/es de otras mundos posibles. En todos los rincones del mundo, traspasa un viento violeta que nos conecta con un andar nuestro, feminista, de a pie y nosotras no fuimos ajenas. La marcha del 8M es la convocatoria que más concurrencia tiene en el departamento, esto está lejos de ser porque las feministas tengamos buena prensa, o apoyo. El encuentro masivo es el resultado de un recorrido de a pie que emprendimos para que se nos escuche como sujetas políticas. Cuando solo querían globos rosados, escenario festivo y clases de zumba, llegamos al espacio público con una propuesta política de vida. Debatimos, defendimos posturas, construimos nuestro sentido político, creamos las bases para seguir transformando y transformándonos.
A las madres, hermanas/es, las trabajadoras, les adolescentes que llegan cada año por primera vez a un 8M les convoca el machismo insoportable que circula en las instituciones, en los vínculos, en todos los ámbitos que nos movemos. Somos espacio político de práctica y memoria, auto gestionamos el encuentro, las formas, las consignas, somos nietas de las brujas, hijas e hijes de historias, trabajadoras domésticas, las mucamas, las vendedoras ambulantes, les trabajadoras/es informales desde Punta del Este a José Ignacio, las promotoras, las cocineras, las mozas, las cuidadoras incansables, las/es educadoras, les migrantes que llegaron a Maldonado buscando un mejor lugar para vivir.
El paro nos vino a decir que no tenemos que pedir permiso para luchar, ni para parar, porque cuando decimos “paramos como podemos”, es porque en esta lucha no sobra ninguna/e, porque las diferencias nos potencian, y porque somos conscientes que no todas/es podemos parar en un trabajo asalariado, pero si estamos gritando y visibilizando que sostenemos la vida, y que si pudiéramos parar, lo haríamos con cualquiera de las obligaciones y mandatos que nos cargan a nuestras espaldas. El paro es también sacar como bandera una trapo violeta al portón o colgar un cartel. El paro es el mate con una amiga para hablar de lo que nos pasa, el momento para nosotras/es, el negarse a realizar las tareas que se nos imponen al menos por un rato “la capacidad de hacer de este instante una modificación total de la vida”(Lonzi 2010, p88).
Nuestra huelga interpela otras prácticas, porque hacemos política a partir de lo cotidiano, de lo que nos toca, no repitiendo plataformas reivindicativas que no nos nombran, que se hicieron lejos y sin nosotras. Declaramos colectivas nuestras vivencias, nuestros padecimientos, los nombramos, para hacer una historia propia, para organizar la rabia y para transformar la vida. El despliegue feminista desacata el mandato, produce y reaviva nuestros modos de resistencia, ese despliegue de lo común es el que queremos cuidar y cultivar. Este sentido político forma parte de nuestra memoria colectiva viva, no se coloniza, no se copta, no se apropia. No estaremos dispuestas a que hablen por nosotras/es, esa memoria es de todas/es, y de cada una/e.
La seguiremos narrando el próximo 8 de marzo juntas y juntes en la plaza, no por tradición sino por convicción política.
Compañera, compañere, atenta atenta atente que camina, la lucha feminista por las calles fernandinas.
¡Ni subordinadas ni encerrades!
El 8 nos volvemos a encontrar, nos volvemos abrazar, desde la digna rabia y la alegría de sabernos juntas/es.
TeToKaVoZ-Red Feminista de Maldonado
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