Foto: Victoria Aranda

Tenemos necesidad de la memoria, porque el olvido ha sido un elemento utilizado para invisibilizar lo importante. 

Los olvidos no son casuales, no devienen naturalmente,

hay toda una tecnología puesta al servicio del poder que hace que se olviden algunas cosas y se recuerden otras.

Majo vino a Maldonado en 1994 a los 17 años,  faltándole un año para terminar el liceo dejó Treinta y Tres buscando mejorar su calidad de vida y la de su bebé Mati. Llegó a una pensión donde vivió con amigas y luego se trasladó al barrio Kennedy junto a su madre y hermanes. 

Durante los primeros años en Maldonado se «revolvía» con changas de temporada, trabajando como niñera y vendiendo comida. Fue madre de Lucas, Flor, y Santi. Durante la crisis del 2002 el desempleo golpeó particularmente a las mujeres y al trabajo zafral, Majo participó y acompañó en la comisión de vecines en la organización de una olla popular en el comunal barrial “Salíamos en bicicleta a pedir las donaciones. En un almacén nos daban dos morrones y dos cebollas, y así íbamos. Hacíamos una juntadera y cocinábamos afuera en una olla hecha con un calefón.”

En el 2004 se inscribió en un plan de realojo de viviendas de ayuda mutua que lanzó la Intendencia en convenio con MEVIR, quedó sorteada y desde entonces afrontó el proceso de construcción que duró casi dos años. Durante este tiempo Majo combinaba el trabajo zafral con el cuidado de sus hijes y las horas que debía cumplir para levantar las paredes y el techo donde viviría con su familia “Subía al camión a mis hijos y los bajaba en lo de mi hermana para poder ir hacer las horas. Nos llevó un año y 8 meses”. Una vez radicada en Cerro Pelado, se desempeñó como vendedora ambulante, trabajó como cuidacoches y como mucama en edificios de Punta del Este durante los meses de verano.

A pesar de las diferentes medidas para reactivar la economía posterior a la crisis y de la disminución notoria de la tasa de desempleo, aún en 2009 la desocupación de las mujeres duplicaba la de los hombres. Ese mismo año Majo escuchó en un programa de radio local que una constructora abría llamado a cursos teórico-prácticos de electricidad para mujeres. En ese entonces, tras la promulgación de la ley 18.516 (2009) se obligaba a las empresas que realizaban obra pública a contratar un porcentaje del personal del “Registro de peones prácticos y obreros” del MTSS y a regirse por la ratificación de los Convenios de la OIT N° 100 y 101 relativos a combatir la discriminación de oportunidades y trato entre hombres y mujeres; asimismo el BPS lanzaba un plan que otorgaba incentivo económico a las empresas que integraran mujeres. Lentamente, mujeres ingresaron a trabajar formalmente en el rubro de la construcción.  Majo terminó el curso, y en 2012 ingresó por primera vez a trabajar en una obra. 

Ser mujer en la obra

La obra se presentó como una oportunidad laboral importante, pero no fácil. Al principio le encargaban tareas como peonas, sacar cajones de la loza, picar paredes, con el tiempo fue aprendiendo a poner el cableado de calefacción en el piso y la losa radiante.  “Era un ambiente exclusivamente de varones. Hubo compañeros que me enseñaron mucho pero también y hasta hoy los hay, los que te mandan a cocinar o a barrer”.

No fue fácil para Majo ni para sus compañeras transitar estos espacios históricamente masculinizados y con lógicas de funcionamiento patriarcales que seguían excluyendo y discriminando a las mujeres aunque fueran contratadas en las mismas condiciones que ellos. Las situaciones de acoso normalizadas, los chistes y comentarios iban poniendo en alerta a las obreras sobre cómo iban a hacerse oír y respetar “Me tildaban de loca. Con esta no te metas que es brava”. 

En 2016 sus compañeres la eligieron delegada y así comenzó a militar en los plenarios del sindicato en representación de la empresa. En ese momento entre los reclamos estaba mayor seguridad laboral, categorías de acuerdo a roles existentes y más cupos para el ingreso de mujeres. Con el transcurso del tiempo ganó en formación y aprobación  aunque recuerda que nunca dejaron de persuadirla “A veces me insistían en no decir mucho ni divulgar nada para “no romper la herramienta” pero yo lo que quería es que seamos escuchadas y que nadie hable por nosotras.”

“Siento la necesidad de seguir estando unida al movimiento feminista porque fue en parte gracias a toda esa movida en la calle en todos lados, que nosotras estamos siendo más respetadas y valoradas”

Mujer feminista

Los recorridos que relata Majo por la ciudad antes y a partir de Maldonado están signados por las violencias que viven las mujeres obreras, las madres solteras, las migrantes. Hoy identifica que siempre tuvo un sentido de la injusticia, la necesidad de aliarse con iguales como mecanismo de supervivencia  “Desde chiquita vi la violencia machista de cerca y como podía siempre defendía a mi madre, a mis hermanas, a mis sobrinas”.  

Hace unos años Majo se acercó a la organización del 8M, se unió a la Red Feminista de Maldonado donde encontró un espacio para compartir vivencias como mujer, obrera y compañera de lucha. “Siento que luchamos contra lo mismo y que hay algo más grande que nos une. Me empecé a sentir identificada y cómoda”. 

Este año previo al paro internacional su sindicato volvió a discutir el alcance de la medida “Mis compañeras y yo vamos a parar las 24 hs dije en la asamblea -ante la decisión de parar a partir de las 16hs- un compañero puntualiza que ese día era solo de las mujeres asalariadas, teniendo que volver a explicarle lo del trabajo doméstico no asalariado y el de reproducción de la vida, también que hay compañeras que no tienen changa ni trabajo estable”. Transmitir que el capitalismo se alía con el patriarcado para producir desigualdad sigue generando resistencias incluso en el ámbito sindical. Se hace necesario seguir sosteniendo que la reivindicación igual tarea igual salario sigue vigente, que el 8M incluye a la lucha de clases pero la trasciende para defender el derecho a la vida digna, para nombrar a las que no consiguen trabajo, a las esclavizadas, al mandato,  al trabajo invisibilizado que cargamos las mujeres  de sostener la vida de otres a diario.

Nuevos desafíos y caminos que ya no se pueden caminar escindidos 

El 13 de marzo la declaración de la alerta sanitaria por el COVID-19 en pleno ingreso de una crisis paralizó la actividad de miles de trabajadores y trabajadoras, Majo, sus vecines y compañeres sindicales  montaron una olla popular en el barrio Cerro Pelado. Mientras comenzaban a concretar el proyecto d de presentar una lista a las elecciones nacionales del SUNCA para poder seguir caminando.  El pasado 20 de junio se escrutaron más de 24 mil votos en todo el país, en Maldonado después de 20 años de que ganara la misma lista, la nueva agrupación consiguió el respaldo popular para transitar esta experiencia en primera línea, por lo que Majo integra ahora la directiva del sindicato y referencia la Comisión de Género. 

Sabiendo que aún las mujeres siguen estando subrepresentadas -en este y en todos los ámbitos de decisión política-, que sostener la participación y ganar legitimidad política -a pesar del respaldo electivo- implica para ella un sobreesfuerzo solo por el hecho de ser mujer en un ámbito históricamente asociado a los varones, Maria José reivindica la necesidad de no retroceder “Queremos  como mujeres ocupar nuestro espacio y  hacer lo que sintamos, sin lineamientos de ningún tipo y eso a veces cuesta”. Cuenta que si bien se conformó un colectivo con ganas de renovar y ampliar las voces, desandar la lógica de la competencia, incluso entre compañeras -resultado de una cultura que alienta la competencia entre mujeres y activa mecanismos funcionales al sistema machista- es un gran desafío. Pero también la lucha paga, visualiza transformaciones que se traducen en reivindicaciones que se hacen letra,  en la desnaturalización de prácticas machistas en las asambleas, o en la tarea cotidianas en la obra, en nuevos desafíos que se hacen lugar en la agenda política del sindicato, por eso, más que nunca entiende que no hay condiciones para ceder espacio

“Como mujeres obreras, atravesamos una doble lucha, por un lado la de luchar contra las empresas y patrones y por el otro la de sobrevivir como mujeres, en el trabajo y en todas partes. El ver cómo hay compañeras, hermanas, amigas sufriendo situaciones de violencia, el verlas caer, el llegar a tu casa y tener que seguir .Y cuando entendés que todo esto nos pasa por ser mujeres ya no se puede dejar de luchar”. 

 Referencias

1 – Fragmento tomado de la entrevista realizada por el programa La Disidente el 6/08/2020.

  2- https://datosmacro.expansion.com/paro/uruguay?anio=2009