Menos mantel y más pan

En medio de un contexto socio político complejo, en 2020 apareció una pandemia que tomó como principal medida la orden de aislamiento social,   el quedate en casa se viralizó a escala mundial, aunque claro, este eslogan que se dispara desde el privilegio mediático, no resuena en todas las latitudes por igual, ni siquiera a escala local. La orden de distanciamiento social   agudizó la precarización existente, sobre todo para  quienes no tienen una casa, o para quienes tienen la obligación de salir a buscarse el pan, porque quedaron sin laburo o en seguro de paro,  o para las mujeres sobrecargadas con las tareas de cuidado y sostenimiento, tras los cierres de centros educativos, recreativos y la restricción de la atención en los centros de salud.

Ante una situación de amenaza, muchas veces se activa una reacción de supervivencia, como una memoria que registra y se actualiza, que nos permite sentir y actuar de un modo y no de otro. Es así como toda obligatoriedad a formar  burbujas individuales, ha sido desobedecida por miles de personas que decidieron no contagiarse de indiferencia, y salieron a crear comunidad desde los distintos lugares donde se encuentran. Una de estas iniciativas se ve reflejada en la puesta en marcha de las ollas populares.

La comida cumple una función vital en todos los pueblos, no sólo en esta dimensión de vitalidad, también porque los alimentos que se consumen, la forma de prepararlos, son reflejo de la economía y cultura de cada territorio.

Según el informe de sistematización de las ollas populares realizado el año pasado, estos espacios han retomado con fuerza hasta el día de hoy, habiendo alcanzado alrededor de 700 entre ollas y merenderos en todo Uruguay. 1La mayoría de estas iniciativas, fueron mayormente tramas comunitarias existentes, renovadas y nuevas,constituidas por iniciativas vecinales, familiares, de clubes deportivos, de ollas previas y comercios locales, que dieron respuesta amplia a una necesidad nada sencilla de atender.(…) Estas iniciativas son como mínimo el 80% del total de ollas y merenderos. 

1 (Entramados solidarios en tiempos de crisis.Primera sistematización sobre ollas y merenderos  populares en Uruguay 2020)

Romper la burbuja, agitar la espuma

Como es sabido y tal como allí se menciona, estos espacios lejos de estar exentos de conflictos y contradicciones, son lugares de encuentro y también de desencuentro, donde en ocasiones rondan distintos intereses a la hora de ponerlos en marcha y de sostenerlos. Lo que también es sabido que  con sus particularidades y diferencias  han sido y son parte de los entramados comunitarios para el sostenimiento de la vida en momentos de crisis, transformándose, en tal sentido, como lugares de supervivencia y resistencia para muchas personas.

De este modo, la olla individual y familiar se transforma en olla barrial, se despliegan los grandes cucharones, se enciende el fuego colectivo y se extienden las redes para ese fin común. De igual manera se activa la organización, los registros de las reuniones, el reparto de tareas y las definiciones colectivas, esto se transforma en el relato de los procesos colectivos de organizaciones que se forman movidas por lo urgente, por lo común, por lo esencial.Las necesidades individuales, al conectarse con situaciones similares de opresión, en un lugar común, pasan a ser colectivas, con una realidad social política y económica difícil pero también con la búsqueda de alternativas.Esto sucedió en todos los rincones del país, Maldonado no fue una excepción.

El barrio Kennedy está ubicado en pleno Punta del Este, en un territorio en disputa por el poder gubernamental y empresarial, por el alto valor de las tierras donde se encuentra. Producto de estas disputas, hace más de 40 años  miles de personas viven de espalda a las grandes mansiones y a una gran cancha de golf, privadas de los servicios básicos de salud, educación, transporte, saneamiento. Ante distintas situaciones los intentos de organización entre vecines terminan diluidos a causa de promesas y acuerdos que gobernantes de turno hacen como maniobra para desarticular cualquier acción colectiva, acentuando la injusticia social.Pese a esto, y entre tanto derrumbe literal y simbólico, cada vez que el barrio se ve acorralado, ha sabido responder de alguna forma a la búsqueda de alternativas para el sostenimiento de lo que lo mantiene en pie, la vida de las personas que lo constituyen..

A fuego lento 

Según vecinas del barrio Kennedy, la propuesta de la olla Popular surge a partir de la idea de autoconvocarse como vecinaes del barrio para un fin común, involucrando también a mujeres que a través de la Red Feminista de Maldonado generaron cercanía y lazos con el barrio. La idea fue volver a retomar la iniciativa de la olla popular, que tuvo un antecedente fuerte en el barrio, en el año 2002 y más recientemente en  2020 cuando comenzando el invierno vecinaes y colaboradoraes, sostuvieron la olla de lunes a sábados durante los tres meses más críticos de frío y baja laboral en la zona.  En 2021 resurge la intención de convocar un grupo y volver a comenzar, tomando como valor las experiencias anteriores.

En el mes de abril se convocó a plenaria barrial para conversar  el para qué del espacio, e ir  acordando criterios de funcionamiento. De esta forma, se establece como objetivo principal, atender la necesidad del plato de comida, y generar una puerta de entrada  a la participación e involucramiento de vecinaes del barrio en los temas que les afectan, poniendo  en el centro la toma de decisiones colectivas, la cooperación  y el apoyo sin condiciones de por medio.

La olla tuvo lugar en ”la madriguera” (espacio en construcción,impulsado inicialmente por compañeras de la Red Feminista de Maldonado) donde ya se han realizado otros encuentros, y donde funcionó la merienda feminista entre abril y agosto de 2020. Los primeros acuerdos fueron priorizar la continuidad de la olla, siendo realistas con las posibilidades de organización de las donaciones y también del tiempo que quienes la integraran podrían destinar, las protagonistas fueron vecinas mujeres, que en su mayoría, ya habían participado en instancias anteriores .

Los sábados 8:30 estábamos en la madriguera, mientras una compañera sacaba el cartel, otras íbamos en busca de las donaciones, juntas picábamos y cocinábamos, aportando su experiencia. Vecinas que aportaban su granito de arena para polentear la olla, también otras colaboraciones que llegaban a la puerta y nos daban más fuerzas para seguir».

Destapar la olla 

«No nos paró la lluvia, el frío ni el viento.Lindas mañanas compartidas con las compañeras, mediante café, mate y charlas, así todas juntas por ese fin en común: ese plato de comida caliente de los sábados».

Durante el transcurso de los meses de abril y agosto , se fue dando una organización firme y responsable que pudo mantener las plenarias semanales entre semana (los días miércoles) que permitían entre otras cosas organizar cada olla. A esta instancia de participación se le sumó la división de roles y responsabilidades como: coordinar con diferentes personas que colaboraban y llevar las donaciones al espacio, difundir en medios locales, armar afiche de la olla para recibir donaciones, llevar un acta en un cuaderno de registro,conversar con vecines del barrio, colocar una caja afuera y un pizarrón, repartir las tareas durante la jornada de elaboración.

En medio de cada olla surgieron intercambios, diferentes formas de habitar el espacio y de entender el para qué del mismo, no estuvo exento de conflictos, hubo personas que pudieron sostener las instancias colectivas y otras que no.Tampoco faltaron las  vecinas que no pudieron participar por estar sobrepasadas del trabajo de cuidados, pero que formaron parte del proceso, asumiendo tareas de coordinación de donaciones, entre otras formas de hacerse parte, como alcanzar colaboraciones entre semana, difusión etc. “Se repartían más de 100  viandas con pan. Nos reuníamos los miércoles para organizar qué se elaboraba: Salió lentejas, polenta, guiso,tuco, porotos…”

Cada vecina tenía su dinámica personal, familiar,  pero según cuentan, valoraron  lo construido  y tenían como meta el poder sacar la olla cada semana, bien servida y con buenos ingredientes. Se plantearon de ante mano que no querían que la comida fuera escasa y sin nutrientes. “La olla era de esas grandes de 100 litros y servíamos la vianda bien llena para que podamos llevar para la noche y para el otro día. La cocinera  que arrancaba la fritada ya  condimentaba,mientras otras íbamos picando y otra iba a buscar la carne, quedaba  muy rico.Cuando estaba pronto después de repartir, nos sentábamos a comer juntas”.

Se acordó aceptar las donaciones sin que se exigiera ningún tipo de contrapartida, comentan las vecinas que recibieron colaboraciones grandes de distintas organizaciones pero también colaboraciones diarias de vecines, hasta paquetes abiertos, que daban cuenta de la intención de quien aún no pudiendo comprar, se hacía presente aportando algo de lo que tenía en su casa. “Con respecto a la discusión de exigirle al gobierno que colabore con las ollas, no lo tuvimos presente, además teníamos la experiencia del año pasado, donde en plenas elecciones, aparecía una camioneta ploteada del partido político, justo cuando estaba la fila para levantar la comida, cada vez que venían a traer alguna colaboración a una olla o merendero. Está claro que sus intereses no son genuninos y además si tenemos que exigirle al Estado, no necesariamente son unos paquetes de fideos , sino que es una vivienda digna, trabajo, saneamiento, una escuela pública y todos los derechos básicos que nos han sido negado en todos estos años”.

El grupo de la olla no era un grupo formado de antemano, con un posicionamiento político en común, pero al compartir un espacio con acuerdos construidos,donde cada una aportaba desde donde podía, se estuvo generando resistencia comunal, que se traducía en sacar una olla colectiva entre mujeres pero también excedía la alimentación, las hizo protagonistas de una organización barrial que por más mínima que parezca,las encontró en la acción “Y así mediante risas, escuchándonos y más allá de ese plato caliente que ayudó a que este invierno de pandemia no sea tan cruel, me queda la experiencia de la lucha, unión y fuerza que podemos conseguir juntas. Me quedó el corazón contento, cada mañana, porque entre problemas, es lindo aferrarse a un grupo que le dé para adelante”.

Se culmina la olla, la polenta sigue…

El último sábado de agosto se realizó la última olla, y el miércoles siguiente las vecinas llevaron adelante una reunión de evaluación y celebración, donde se propusieron seguir sosteniendo un armado de canastas mensual hasta fin de año, reuniéndose para esto dos veces al mes. “Surgieron ganas de seguir encontrándonos, para bailar zumba o tomar mate pero también para seguir apoyandonos juntas, nos dimos cuenta que podíamos”. Según relatan las vecinas, lo que en un principio fue una necesidad de alimentación pasó a verse también como un rato donde se salía de la rutina, se compartía un desayuno, un almuerzo, se festejaba un cumpleaños, se activa una red de apoyo.

“También nos juntamos el día del niño, llevamos a nuestros hijos, repartimos regalos que conseguimos, si nos faltaba algo de ropa o calzado también lo conseguiamos.La abuela de una compañera nos hizo una torta que la rifamos el día de la madre pero no cobrabamos solo que tenian que llevar un alimento”

Cuando las compañeras de la Red feminista eligieron el nombre la madriguera , resonó esa guarida que se excava en el suelo con el fin de crear un espacio para habitar o refugiarse temporalmente, proporcionando alguna protección contra los depredadores y “las inclemencias del tiempo”. Siempre a contramano de la neutralidad. Se puede decir que esta experiencia de la olla, hace un hueco en esta madriguera y se conecta con un proceso, que ha sido difícil e interrumpido, donde hay depositado mucho afecto y digna rabia. La olla y la madriguera se vuelven parte de una historia en común, que atraviesa, convoca, se reinventa y se conecta con la memoria colectiva del barrio y del feminismo en Maldonado.

Referencias 

Ollas y merenderos populares en Uruguay
Tramas para sostener la vida frente a la pandemia. Informes de docentes de la Udelar, estudiantes de ciencias sociales y
técnicos de AEBU- ENTRAMADOS SOLIDARIOS EN TIEMPOS DE CRISIS-Primera sistematización sobre ollas y merenderos
populares en Uruguay 2020.

María Gabriela Pauer “En torno a cuestiones fraseológicas de la Argentina: locuciones y frases gastronómicas del español rioplatense” en  Cum corde et in nova grammatica: estudios ofrecidos a Guillermo Rojo ISBN 978-84-9887-914-8, págs. 633-640

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